sábado, 2 de junio de 2012

Amaneciendo contigo

¡Buenos días, sábado! El día amanece con ese romanticismo propio del fin de semana, con miles de sonidos que son regalos para los oídos: los pajarillos de los días de sol, la cucharilla agitando loca la leche en la taza de la vecina, el agua correr en la ducha del tío de arriba, la melodía desafinada de una alegre viejecilla... ¿y yo? Yo tumbada en la cama imaginándote a mi lado.

Los rayos de sol que se filtran por los agujerillos de la persiana descansan sobre mi piel justo ahí donde deberías estar tú. Retiro la sábana para que puedas abarcar más centímetros de mi cuerpo. Me doy vueltas para que también la espalda sea tuya. Cierro los ojos y siento tu aliento en mi nuca. Sellas con tus labios las heridas que hasta ahora permanecían abiertas en mis brazos. Me envuelves con tu deseo transformándome en tu perdición.

Anegada ya en tu mirada, desgarro el peligro a mordiscos mientras siento correr su sangre por mi cuello. El tiempo ya no existe, y la puerta está cerrada... ¿Tenías algo importante que hacer? Lo dudo. Este momento es lo único que existe, y mi lengua está dispuesta a hacértelo entender.

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