miércoles, 28 de agosto de 2013

La respuesta es el camino

Buscamos incesantemente respuestas, sin formular antes ninguna pregunta. Quizás porque las preguntas son tan osadamente ambiciosas que no tienen cabida entre los signos de interrogación. Y sin embargo, a veces parece asomarse entre incertidumbres y cacaos mentales varios, alguna que otra "iluminación" que bien pudiera llegar a convertirse en una respuesta rebelde.


Miras atrás y te das cuenta de que, efectivamente, el tiempo pasa. Que algunas de las luces que arrojó sobre las sombras tuvo una validez temporal ya caduca. Que cada instante requiere de una nueva revisión, pues cada brisa nos transforma al compás de las propias transformaciones del mundo que nos acoge. Lo que ayer era tabú, hoy es norma. Lo que hoy agota, ayer prendía motores. Pero siempre hay algo perenne que te permite reconocerte a través de los años, asomándose para recordarte tu historia y advertirte de tu destino... un destino mimosamente confeccionado para ti, con lacitos del color que habitualmente utilizas para pintar tu vida.

Y así llegas a hoy, un miércoles por la noche con la maleta hecha rumbo a lo que se supone será tu rutina diaria durante unos pocos meses más, dándote cuenta de que tus raíces están comenzando a fortalecerse en la tierra que abandonas otra vez. Cierras los ojos para hacer aquello que crees que debes hacer, mientras una llama en tu interior arde por desafiar esa norma que cualquiera "en su sano juicio" seguiría. Romper, disgregar, desgarrar, disociar, mutilar, cercenar o quebrantar. Me basta cualquier acción que me lleve a hundir la desgastada suela de mi bota en un sitio en el que marcar el antes y el después de una motivación, las causas y las consecuencias de una decisión.

viernes, 23 de agosto de 2013

Redescubrir el mundo a través de tus dedos

Me gusta lo imposible porque alimenta la ilusión, y en la ilusión de lo imposible todo puede llegar a ser perfecto, abrumándome con la nostalgia de lo que nunca he llegado a vivir... ni viviré. De sueños vive el soñador, lejos del suelo que racionalmente le sostiene... y le oprime.

Y entre sueño y sueño, entre nubes de despropósitos y montañas de delirios... te asomas tú. Ajeno a mi mirada, elevas la comisura izquierda de tus labios en una media sonrisa despistada que no puedo evitar imitar. Te frotas el pelo aprovechando que te estiras para sacudirte el tedio del verano, y devuelves tus manos a esa habitual posición que simula una oración nerviosa, pero que realmente implora entre dientes "agitame en mi oscuridad".

Me aproximo a ti rozándote el cuello con mi aliento, y a tu oído susurro que me arranques de este invierno. Tus manos desafían el espacio entre nosotrxs y me encuentran esperándote envuelta en deseo. Nuestros labios se descubren accidentalmente, cualquier atisbo de luz desaparece a nuestro alrededor y la cordura se desvanece en pos de ese vital impulso que nos precipita a las tinieblas de lo inesperado. Las palabras pierden sentido a medida que te adentras en mí, y ni tan siquiera una imagen puede retratar el momento. El primitivismo más oscuro se comunica solo a través de las manos, se olfatea a través de jirones de despreocupado desenfreno, se estremece entre las histriónicas carcajadas de lxs amantes.

Y no consigo encontrar la paz entre los mechones de tu pelo, al menos no esa paz que adormece, que encandila, que enternece. Entre tus brazos más bien mis piernas se convierten en resortes que me empujan a la vida, que me recuerdan que caminan y que entre ellas tienes cabida. Después de la vida hay... ¡vida! Me regalas la eterna juventud con cada loca palabra, deshaces el tiempo con tus pasos, deconstruyes el concepto de "correcto" y lo conviertes en un nuevo término a definir a cada instante. Con cada uno de tus parpadeos ridiculizas el miedo, lo haces más absurdo y raquítico.

Enséñame a redescubrir el mundo a través de tus dedos. Muéstramelo tal cual tú lo ves, con sus luces y sus sombras, sus perímetros confusos y ambiguos. Redefíneme con tu aliento y barre de mis vísceras cualquier rastro de apocada precaución. Ciméntame en sonrisas, moldéame con argamasa de temeridad y púleme con quedos suspiros. Empújame a esa vida que me has regalado... pero no te vayas de mi lado. Quédate porque me gusta lo imposible, aquello que alimenta la ilusión de que todo puede llegar a ser perfecto.