martes, 4 de febrero de 2014

Para el frío... humo

Otra ventana vacía, cotilla de nuestros secretos. Como los de lxs demás, de lxs demás son, la única alternativa es que le desvele los míos. Ay, ventana lasciva, que no te hartas de desnudarme, ya haga frío o haga calor. ¿Y qué quieres que te cuente esta noche que ya no sepas? Que echo de menos a la luna, que se me esconde entre los edificios... O quizás soy yo que ya no salgo a buscarla... Fuera es lejos. Y ahí me tiene: abandonaita.

No sé cuándo fue, que dejaron de existir los minutos. Las manecillas de todos los relojes se molieron de tanto girar. Poco a poco, y sin tampoco advertirlo, desaparecieron las horas. Esas cabronas se burlan del sol y de la luna, arbitrarias se muestran como queriendo decir que hay algún tipo de relación entre la última y la anterior. Y luego... los días. Miércoles o domingo son palabras que no figuran en mi diccionario... quizás allá por los tiempos de un señor llamado Don Quijote, las usaran. Voilà! Ha muerto el tiempo. Es una palabra que, cuando la piensas, se oye con eco en la cabeza. Pero ya no existe. Se habrá instalado en la vida de otrxs para regirla con su tic-tac.

Espacio... también tú comienzas a presentar tendencias escapistas. Estás presente. Me indicas continuamente dónde estoy... pero a veces te pierdo. Mi cabeza es ágil y me devuelve a ti, clavando mis ojos en tus rincones para no olvidarme que esto es Madrid, mientras repito abrazada a la almohada: "hoy es miércoles". Una parte de mí, se esfuerza por no perder un mínimo de referencias que me aten a la cordura. La otra parte, se entrega gustosa a la decadencia más asquerosa.

Apaga la luz. Cierra la puerta. No hagas ruido. Silenciooooo... Nútrete de esa maravilla, mézclate con ella cerrando la puta boca. ¿No lo oyes? Pum pum, pum pum... Parece ser que procede de mí, así que eso solo puede significar que estoy viva, cuando ya de todxs me había despedido en mi funeral, y aquí sólo hace frío. PUM PUM, PUM PUM!!!: Redobla en mis oídos. No te quiero oir! Y a su alrededor construyo una jaula para que deje de moverse por todo el pecho, pero el frenético y ruidoso bombeo no lo puedo apaciguar, y los barrotes se me clavan fríos y poderosos. 

Me convierto en humo sólo para escapar de ti, para convertirme en ninfa del bosque que juguetona se esconde de la realidad. Ardiendo recorre mi garganta para ardiendo anestesiarme otro día cualquiera más. Derrite con sus cálidas manos de santa los barrotes y los grilletes de mi pecho, y saca al corazón a dar un paseo, pa que le dé el aire y eso. Siempre vuelve temeroso de reocupar el ataud que mi cuerpo supone para él. Y los ojos se cierran pa mimarlo, pa que no le entre luz que lo desvele de su sueño...