sábado, 6 de diciembre de 2014

La pluma despierta

Despertar, abrir los ojos y respirar. Sentir cada mota de aire en los pulmones, agitando sus alas para que el pecho vuele. Recoger el corazón en un cálido abrazo que desconoce el tiempo, esquiva el espacio. Escuchar esa melodía que agita el cuerpo en una danza continua, más allá de su propia piel. Flotar en cada nota, saltar sobre blancas, negras y corcheas, respetar los silencios, anidar en el pentagrama y echar a volar en clave de sol. 

Reconocer el propio fuego, disfrutarlo y ser unx con él, sirviéndose de su fuerza para encender la vida por doquier. Suavizarlo, mimarlo y expandirlo como una caricia, tizado con cada latido de un corazón alegre que recibe el mundo con la inocencia de un niñx. Recoger su llama, fundirse en sus colores y susurrarle secretos que transmuta en energía renovada. Renacer con él y descubrirse como ave fénix que recoge en sus plumas la sabiduría más allá del miedo. Y aterrizar... aterrizar en la ausencia de tiempo, en un ahora eterno en el que la luz es el sustento.