jueves, 26 de abril de 2012

Reiterado descenso

Sumérgete en mi pecho y bucea en él. Adéntrate en esta húmeda neblina y prende una pequeña llama que me dé algo de calor. Utiliza tu instinto para caminar a través de la oscuridad de mi interior, y tatúame con fuego que hay motivos por los que continuar luchando... porque hoy se me olvidan. Recuérdame que no estoy sola, aliéntame para que me deje caer en los brazos de quien me ofrece su cariño.

Mientras, siento frío. Uno de esos fríos que se cuela por los poros, que te agrieta la piel, que te oculta de la vida. Frío cuyo parche reside en las lágrimas, lágrimas que últimamente se asoman con coraje hacia el exterior. Se estremece mi cuerpo, se abandona a la impotencia de no encontrar la forma de seguir resistiendo.

Ya estoy curtida de tantas y tantas expediciones por estas tierras sombrías. Debería saber discernir espejismos de realidad, si es que decido darle un voto de confianza a esa palabra tan esquiva: "realidad"... o "verdad". Conozco cada piedra, cada cueva y cada rama rota de estos parajes... y aún así me siguen pareciendo tétricamente tristes. Sé que hay múltiples salidas para huir de aquí, pero siempre tropiezo con ancianas raíces, me enredo con antiguas lianas y me pierdo en enrevesados laberintos.


Ofréceme, pues, una antorcha que me permita encontrar una guarida cálida en la que refugiarme. Piérdete en la silenciosa melodía de mis súplicas de infante. Adéntrate si quieres en esta penumbra y descubre conmigo el ciego poder del tacto. Arriésgate a enloquecer, a dejarte atrapar por la sinrazón. Regálame una sonrisa que me resucite y me devuelva la fuerza necesaria para creer que detrás de un paso viene otro, que la vida regresa con cada caricia.

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