Pues ya puestxs... ya despiertxs a las 3, a las 4... ya entregadxs a una actividad mental propia de las 10, o de las 17... ¿pues por qué no? En vez de renegar en contra de mi insomnio, decido entregarme al fluir de ese pensamiento descontrolado, de ese sentir que subyace a cada vaivén de una mente incapaz de disfrutar de domingos y festivos, navidad o semana santa, vacaciones de verano o cualquier otro momento en teoría dedicado al reposo. Buf!... ¡Qué cantidad de información! ¡Qué desorden! ¿Qué se supone que hay que hacer con todo esto? ¡Manos a la obra!

Siento como la sangre fluye fuerte y veloz por mi cuerpo, oxigenándolo en su esfuerzo por discernir. Esta pieza con ésta, esta otra podría encajar aquí, de repente encuentro una pieza que no había visto hasta ahora y recuerdo una que hace tiempo guardé en un cajón. Las imágenes vuelan alocadas y las fotografío a su paso, componiendo un álbum que me ayude a resolver el enigma.
Un paso, dos pasos... Camino hacia alguna parte que ahora parece adquirir un atisbo de forma. La cama no puede retenerme más tiempo y me levanto empujada por la ilusión, invadida por un sentimiento de paz que acalla la berrea de mi mente. Las 6. La oscuridad ya no es una opción. Camino a ciegas, a sabiendas de que los amables brazos de la luna me conducen a la luz. Enciendo a tientas una vela y me hipnotizo con su fuego, con su color y calor, con la perfección de su oscilación. Me enamoro del instante. Quiero más. Creo dos, tres llamas. Me siento. Escribo.
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