martes, 28 de febrero de 2012

Las cenizas de los sueños

El instante presente huye de entre mis dedos. Resido permanentemente en un momento que todavía no es, y que probablemente no llegue a ser. Viajo por tierras desconocidas, converso con fantasmas por descubrir, huelo aromas propios de una fantasía delirante y me dejo cegar por luces que camuflan esta oscuridad. Lejos...

Visualizo todo aquello que no está. Persigo lo que nunca será. Sonrío ante una mentira que crece con cada aliento que le regalo. Despierto de una marejada que me opaca los sentidos, me pierde en la incertidumbre y me hace olvidar el rostro que me devuelve el espejo. Hay estímulos a mi alrededor... juro que sé que están ahí... pero soy incapaz de prestarles atención. Todo el mundo gira en torno a una nube que proyecta confusas sombras a su paso.

Y te pierdo a ti. Y a ti. Y a ti. Y a ti. Pierdo mi deseo original, mi sueño olvidado, mi ilusión de infante. Me derrumbo en el suelo para intentar buscar entre las cenizas de lo que ayer vivió, y hoy sucumbió entre las llamas de mi furioso desencanto. Quizás buscando bien, pueda encontrar partes de mí, partes de ti, partes de las ganas de vivir que a veces se escabullen tras los rincones de un paraje desolado en el que me da pavor adentrarme.

Hoy necesito refugiarme en el hipnótico sonido de las teclas abatidas por mis dedos. Necesito encontrar consuelo entre ellas, sentir su dulce tacto, embriagarme jugueteando entre sus líneas... escuchar su respuesta ante el fluir de mis emociones traducidas a rápidos e infalibles tecleos. Necesito tropezar con la dislexia, escupir sobre la ortografía y cagarme en la gramática. Necesito entregarme a las palabras, a su silenciosa sabiduría, a su desordenada cadencia.

Puedo jugar a prostituirme ante sueños que no me pertenecen, a adaptarme a una situación que no escogí, a debatirme entre el 1 y el 2 dejando a un lado el 3, el 4 e incluso el 675.349. Puedo subirme al barco de "es lo que hay" o el de "así es la vida". Puedo desoír a una parte de mí para seguir sobreviviendo, incluso puedo llegar a matarla. Entregarme a la corriente, seguir la lógica, obedecer sumisamente... Sí, sin duda sé que puedo. Pero no quiero.



Quiero desbrozar mi mente de hiedras ajenas a mi sentir. Quemar tanto libro escrito con el fin de adoctrinar mi corazón. Destruir los cimientos de una ciudad construida a base de miedo. Volatilizar los escombros supervivientes de tantas batallas perdidas.

Quiero recuperar a esa niña que "perdía" el tiempo esperando a que le salieran los "cuernos" a los caracoles, que se sorprendía al comprobar que de una semilla brotaba vida, que corría por desfogue más que por prisas, que inventaba cuentos porque ya había sobrevivido a todos los que había leído, que de un simple palo obtenía una varita mágica que transformaba el día en noche y viceversa, que chapoteaba en los charcos sin pararse a pensar en la eficiencia del detergente, que se atrevía a soñar, que despertaba cada mañana sedienta de vida.

Apagando los sentidos... clausurando los ruge-ruge... llamando a la vida.

1 comentario:

  1. Cada día, morimos un poco... Y con el tiempo, ¿queda algo de lo que fuimos? Me gustó mucho. Un beso.

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