martes, 10 de enero de 2012

Hay momentos...

Hay momentos para todo. Hay momentos para la ilusión y para la esperanza, a los que a veces siguen los momentos para el desencanto y la decepción. Hay momentos para construir un sueño, y hay momentos en los que hay que agacharse corriendo para que nadie pueda advertir los añicos de ese sueño roto. Hay momentos para inventarse una nueva historia, los hay para creer en ella y también los hay para vivirla.

Hay momentos para el olvido, o por lo menos los hay para intentar olvidar. Hay momentos en los que es mejor mirar hacia otro lado y simular una sonrisa para que nadie se dé cuenta de lo que en realidad está pasando. Hay momentos para recordar, para imaginar, para hipotetizar y para volver a la tierra a lamerse las heridas.


Sí, hay momentos para todo. También para perderse en la ambigüedad, disfrazándola de lo que mejor convenga. A veces la supervivencia reside en el hecho de maquillar esos momentos con una tonalidad mágica que probablemente no ve nadie más que tú. También en sentir que sus dedos tienen un lenguaje propio que sustituye al de las palabras mudas, y se enredan en tu cuerpo como queriendo formar parte de él. Quizás un gesto, una mirada, un brillo imaginario en el fondo del alma. Una misiva llena de intenciones ocultas que la propia fantasía alimenta con su fuego, haciendo crecer unas llamas que la razón se esmera en sofocar. Un rincón encantado para el alocado desenfreno de quien no teme soñar, pero lacerante prisión para quien tiembla al posar sobre su lengua una palabra que tiña de realidad esa fantasía.

Así que es menos arriesgado volver a lo seguro, a lo tangible, a esa apuesta de la que nadie espera una pérdida, a la llanura de la calma. Las pasiones quedan firmemente recluidas en esos momentos destinados a la aventura de la imaginación, a la huida de la certidumbre, al “¿y si tomara este rumbo?”, al viaje hacia tu instinto. Y aun así, eres consciente de que la fuerza de ese impulso nace de la idealización del mismo, de lo sublime que es mientras no existe. Pero… no puedes dejar de alimentarlo… La vida tiene extraños apetitos…

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