lunes, 23 de enero de 2012

El año nuevo de nuestrxs vecinxs chinxs

Pensando en ayer, no en hoy.

Un día entero concedido  a la elusión de las responsabilidades, así que cualquier cosa es susceptible de apetecerme. Año nuevo chino... ¿por qué no? Esa comunidad, tan invisible a veces a nuestros ojos, celebra hoy la entrada del 2012, año del Dragón de Agua. Desde el viernes se están celebrando eventos múltiples en el centro para darle la bienvenida a esta mítica criatura. Justo el domingo, cuando ya el festejo alcanza su cénit, decido pasarme a ver a mis vecinxs chinxs en "su hábitat".

Allí voy, cargando con todos mis prejuicios y también con toda mi curiosidad. Un escenario con los colores de la bandera china da cabida a unxs entusiastas presentadorxs que introducen a sus nostálgicxs espectadorxs a las actuaciones que allí se desarrollan. Las óperas son sucedidas por patadas de kung fu, y éstas por los desfiles de Miss China España, que a su vez dan paso a canciones interpretadas por apasionadxs cantantes unas veces y tímidxs otras tantas.

Como simulando su muralla, unos cuantos puestos se ubican alrededor ofreciendo sus productos tanto al chinx como al español. Tu nombre en chino, información para acceder a clases de chino o de artes marciales, asociación budista, juegos chinos, belleza china, comida china y un buen número de stands dedicados a la venta de productos (desde los que sólo compran lxs chinxs hasta lxs que sólo compran lxs españolxs). Unxs con largas colas para acceder a su servicio/producto, otrxs viendo a la gente pasar de largo.

La asistencia no es masiva y el ambiente se deja disfrutar. Ya antes de llegar, resulta curioso observar ¡cuántos vecinxs chinxs tenemos! Caminando por la calle, parándose en los escaparates, haciéndose arrumacos, ayudando a dar sus primeros pasos a sus bebés, riéndose de sus chistes (esto no lo sé porque no entiendo lo que dicen, pero que se ríen, sí se ríen).

Y sí, me doy cuenta de que la imagen que aparece en mi cabeza cuando me dicen chinx es bastante limitada: detrás de un mostrador en un bazar, una tienda de ropa o de alimentación, sirviendo mesas en un restaurante, cargando pesados bultos en el metro o incluso, más recientemente, en peluquerías o en esos locales donde te hacen dibujitos en las uñas. Sí, los prejuicios son así, limitantes. Y quizás por eso es más gratificante observar esos pequeños detalles que a veces pasamos por alto, esas cosas que nos hacen humanxs, que nos acercan.

El escenario nos sigue regalando la nostalgia hacia tierras que nunca pisamos, el bello sonido de una lengua que no conocemos, la danza del kung fu y, en definitiva, la otra cara de nuestrxs vecinxs chinxs. Diferentes caracteres pisan ese escenario para compartir con lxs espectadorxs un poquito de su arte, pero nadie como la viejecita. De pronto me encuentro viviendo una vida que no es la mía, sufriendo experiencias que hasta ahora no me habían marcado, viajando lejos. La ópera interpretada por la entrañable abuelita, de fuerte carácter pero deliciosa ternura, es un volar a un pasado que no es mío, pero de pronto me pertenece. Y una lágrima resbalando por mi mejilla me hace aterrizar en Plaza España.

El viaje me agota y decido regresar a casa para contemplar el contenido de las maletas que, pesadas, arrastro por las calles madrileñas. Me siento viva cuando me sorprendo, cuando me emociono, cuando sin mi permiso otrxs penetran en mí. Dirijo mis pasos hacia la salida y me volteo para fotografiar con mi mirada un último recuerdo de mi viaje. Mis ojos se posan sobre una pareja besándose: ella es china, él español.

1 comentario:

  1. Me encantó el relato: pude ir viendo todas las escenas y personas que se fusionaban. Es un poco como sentirse intruso de su cultura (que ya ha permeado tanto en todos lados... acá pululan los restaurantes de comida china y para mi sorpresa, ¡es una de mis favoritas!), sus costumbres, su risa, su esencia. Gracias.

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