lunes, 22 de julio de 2013

Tecleando la disforia

Miércoles, 5 de febrero de 2003

Los párpados se vuelven a despegar, un nuevo día más, entre legañas y bostezos. La luz de la mañana se filtra entre los agujeritos de la persiana, y se cuela en la habitación para recordarme que aquí sigo, muy a mi pesar. Llegan ruidos del pasillo, tenues y algodonados por el todavía presente sueño. El mundo se agita, la vida comienza en la quinta planta, ala norte.

Las piernas no responden porque no hay una orden que las obligue a moverse. Vuelvo a cerrar los ojos en un inútil intento por retomar el sueño. Se oyen ruedas en el pasillo, perezosos zuecos arrastrarse y comentarios vacuos que a estas horas ya no son susurros.

La puerta se abre y una figura blanca invade la habitación para subir la persiana. Solo ellas pueden hacerlo con su llavecita, así que son ellas las que deciden cuándo es de día y cuándo es de noche. Parece ser que ahora es de día, y la rutina inherente a él se abalanza sobre mí para aplastarme y fusionarme con las sábanas.

- Vamos Laura, arriba, que hay que ir a desayunar, y a ti te gusta ducharte primero.

- Tu puta madre.

- ¿Qué has dicho, señorita?

- He dicho ¡tu puta madre!

- ¿Hemos tenido mala noche? Parece que quieres que te ayudemos a tranquilizarte.

- Siempre con las mismas amenazas, estoy hasta el coño. Por mí te puedes meter las pastillitas por el culo. Ya me levanto a hacer lo que se os venga en gana, que parezco un puto títere en vuestras manos, moviendo brazos y piernas según vuestro antojo.

La figura blanca sale cerrando la puerta tras de sí, concediéndome un poco más de pseudosilencio en ese minihogar que se me ha brindado tras presentar una conducta inapropiada a los ojos del conservadurismo. La habitación, blanca impoluta... horrible... refleja la luz que entra por la ventana por todas partes, pareciendo incluso más blanca si cabe. Me duelen los ojos de tanta claridad, pero tengo asumido que es mi puto problema.

Me pego una ducha rápida para después volver a lucir el pijama con el que acabo de dormir, o mejor dicho, mi uniforme de rea. Salgo al pasillo y me sumerjo en la vorágine de actividad que supone un miércoles por la mañana. La soledad definitivamente no es una opción, por mucho que lo intente. Saludos a izquierda y derecha, y marchando hacia uno cualquiera de los sitios libres del comedor. En cierto modo, no me puedo quejar, la conversación por estos lares es de lo más interesante, y una puede hablar abiertamente de lo que se le pase por la cabeza sin temor a la censura; es más, a menudo encuentro una comprensión que jamás obtuve de familia y amigxs, por lo que hablar es aquí más fácil que en ese espacio exterior que algunxs llaman, equívocamente, libertad (o vida real, en términos de mi madre).

Este hotel jamás se verá premiado con ninguna estrella, prueba de ello es el desayuno que me acabo de comer. Y tras el desayuno... ¡el postre! Un carrito repleto de coloridas aventuras se sitúa entre el comedor y el salón, suministrando relax, estabilidad, cordura y un sinfín de otras mentiras cuyo real efecto es la enajenación más somnolienta, es decir, la muerte en vida.

Higiene personal, otro acelerón al puzzle de las montañas suizas, terapia de grupo (o intento, más bien) y tiempo "libre". Mi decisión es recluirme entre mis sábanas, pero pocos minutos después me encuentro de pie en el salón arrastrada por las figuras blancas amantes de dar por culo al personal. Mi aborrecimiento hacia la televisión (en este caso ubicada en el salón), me empuja a la sala polivalente, que más que polivalente, es una potente generadora de estereotipias. Cada locx con su tema, y nunca mejor dicho. El de las pinzas, el de las pulseras, el de los puzzles, el de los dibujos... y yo observando cual intrusa. 

- Laura, no te apetece aprender a hacer punto¿?

- No me gustan las actividades manuales, muchas gracias

- Por qué no lo intentas¿? Tienes otra cosa mejor que hacer¿?

- He dicho que no, hostias! Y sí, podría estar en cama echada, pero vuestras jodidas prescripciones médicas van siempre en contra de la voluntad del paciente.

- Ya sabes que no puedes ir a la habitación en este horario. ¿Por qué no te traes tu cuaderno y escribes aquí?

- Ya no le quedan hojas en blanco.

- En esta aula tenemos una máquina de escribir. Te podemos dejar folios y la utilizas.

- ¿Y dónde está la máquina de escribir, que no la he visto yo?

La figura blanca sonríe triunfante, como quien ha ganado una batalla contra el enemigo más feroz, y se encamina hacia un armario donde guarda esa gozada de máquina. La pone sobre una mesa y le quita su funda verde del año 2 antes de Cristo. Es realmente preciosa, y sin mediar palabra, agarro un taco de folios del pintor compulsivo y me los llevo. Encajo el primero en la ranura adyacente al rodillo, y hago girar este desde la perilla con un movimiento ágil de muñeca. Me dejo embriagar por ese dulce sonido, justo antes de sujetar el papel con la barra... ¡pac!


Mis dedos se enloquecen sobre las teclas hablando de algún absurdo del que soy completamente inconsciente, llenando líneas por el simple gusto de oír el "glin!", al que sucederá ese mágico gesto que, accionando la palanca, emite uno de los más maravillosos sonidos generados por una máquina creada por el hombre. Una nueva línea, y otra, y otra más. Un folio, dos, tres, cuatro... Mientras las palabras existan, existirá ese inspirador momento de reencuentro con unx mismx, en el que estúpidamente se da cuenta de que quedan cosas por hacer.

3 comentarios:

  1. Salud! dama de letras, me ha encantado, la locura proviene de muchos afluentes, algunos traumas, otras ansiedades y desordenes, pero es un hecho irrevocable que los escritores estamos locos de nacimiento como necesidad innata.

    Que bueno que pude encontrar este blog tuyo, ya que además quería agradecerte de paso tu visita por el mio. (ese era mi objetivo en primera instancia) pero me he encontrado con estas perlas de escritos tuyos, me declaro lector de planta de la Morada de la Luna.

    Un fuerte abrazo

    Y que el viento siempre sople a tu favor.

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  2. Sí, siempre quedan cosas por hacer. La escritura es la locura permitida...

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  3. " Hay algo acerca de ti que tú no sabes. Algo que negarás aunque exista, hasta que sea demasiado tarde para hacer algo. Es la única razón por la que te levantas en la mañana, la única razón por la que sufres ese jefe de mierda, la sangre, el sudor y las lágrimas. Es porque quieres que la gente sepa lo bueno, atractivo, generoso, gracioso, salvaje e inteligente que eres realmente. "Témeme o reverénciame, pero por favor piensa que soy especial".Compartimos una adicción. Somos adictos a la aprobación. Estamos en esto por la palmada en la espalda y el reloj de oro. El "hip, hip, hurra". Mira al chico brillante con la placa, puliendo su trofeo.?Brilla, tú diamante loco. Porque somos monos envueltos en trajes suplicando por la aprobación de otros. Si lo supiéramos, no lo haríamos." (Revolver)

    Hablamos de estar siempre encadenados a una sociedad que nos esclaviza y nos somete , a un ritual de rutinas que hacen que seamos puros robots , de esas serie de formalismos que nos impiden expresar lo que realmente somos , pero lo cierto , esque no hay mayor cadena que la que nosotros nos ponemos y no hay mayor libertad , que ser libres de nosotros mismo.

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