Reconocer el propio fuego, disfrutarlo y ser unx con él, sirviéndose de su fuerza para encender la vida por doquier. Suavizarlo, mimarlo y expandirlo como una caricia, tizado con cada latido de un corazón alegre que recibe el mundo con la inocencia de un niñx. Recoger su llama, fundirse en sus colores y susurrarle secretos que transmuta en energía renovada. Renacer con él y descubrirse como ave fénix que recoge en sus plumas la sabiduría más allá del miedo. Y aterrizar... aterrizar en la ausencia de tiempo, en un ahora eterno en el que la luz es el sustento.
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